PUENTEDEY, OJOGUAREÑA Y BUTRERA

Ante la negativa de todos a salir dos días de los cuatro de este gran “puente”, había tomado mi propia decisión: me iría yo sola acompañada de mi fiel Mara. Es cierto que estábamos en una obra –igual que en Semana Santa y por eso tampoco salimos- que el lunes venían los pintores y había que resolver cosas….pero yo necesitaba “recargar pilas”. Necesitaba poner km por medio. Necesitaba “airearme”.

A última hora decidió acompañarme Angel, aunque según él, algo obligado por que no quería dejarme sola.

Así, partimos de Madrid en dirección Burgos a primera hora del jueves día 1 de mayo. Si bien encontramos tráfico muy denso incluso hasta la misma ciudad de Burgos, lo cierto es que no sufrimos retención alguna hasta esta misma ciudad, donde la policía municipal había decidido organizar un gran atasco no dándonos paso pese a que el semáforo lo hacía, o acortando su tiempo de forma inexplicable. Así tardamos casi 45 minutos en dejar atrás esta ciudad.


Tras el puerto de Páramo de Masa el paisaje comienza a cambiar. Se vuelve más accidentado y arbolado y podemos disfrutar de una primavera absolutamente espléndida. Pequeños pueblos aparecen como pinceladas entre los distintos tonos de verde con que se ha vestido el campo.


Cerca de la hora de comer llegamos a Puentedey en donde tuvimos problemas para aparcar. Su puente natural, excavado por el río Nela, y sobre el que se asienta el pueblo, es impresionante con sus 75 metros de largo, 34 de ancho y 15 de alto. Tras pasar por debajo de él para admirar más sus dimensiones pusimos rumbo a lo que era el “eje central” de nuestro viaje, Ojo Guareña, parando junto al río para comer.




Sobre las 5,30 llegamos al complejo de Ojo Guareña y de nuevo, dificultades para aparcar ya que había mucha gente y el número de plazas era limitado. El entorno es de una belleza singular y de nuevo los distintos tonos de verde de una reciente primavera inundan todo lo que nuestra vista alcanza.


Excavadas en la roca aparecen la cueva y ermita rupestre de San Tirso y Bernabé que con sus tonos dorados contrastan vivamente con su entorno. Mientras esperábamos pude descubrir recortada en el cielo la silueta grande y con tonos blanquecinos del alimoche que nos sobrevoló durante unos segundos. Y es que 30 años conviviendo con un biólogo han hecho de mi una “mirabichos” algo “cualificada”?.

Tras una breve espera accedimos a las cuevas por una extensa entrada que nos conduce a una rampa descendente donde un audiovisual de 12 minutos nos hace una pequeña introducción. Al parecer, tiene más de 100 km de galerías subterráneas formando el complejo kárstico más grande de España y uno de los mayores de Europa. El kars ha sido formado por rios y arroyos que se introducen en el interior por sumideros o simas y que circula por los niveles inferiores. Cuando hay crecidas de agua, ésta anega estos niveles inferiores . Nosotros estamos en el nivel o niveles más superiores donde ya, y desde hace miles de años, el agua no está activa. Además Ojo Guareña alberga 190 especies de invertebrados (115 terrestres y 75 acuáticos), 16 de los cuales son únicos en el mundo.


Descendemos por una amplia rampa y nos detenemos frente a unas pilas que recogen el agua que se filtra por una grieta en la roca. Continuamos descendiendo y nuestro guía nos ofrece algunas explicaciones técnicas pasando luego a la parte donde se pueden observar los silos en los que se almacenaba el grano. Tras unos 45 minutos, la visita termina en el interior de la ermita que conserva una imagen de San Tirso del siglo XIII y pinturas en su bóveda, que relatan los martirios de San Tirso y los milagros de San Tirso y San Bernabé.


Ya en el aparcamiento y antes de irnos, descendemos unos 100 m para contemplar como el agua desaparece introduciéndose en las entrañas de la tierra.

La visita podríamos calificarla de interesante y necesaria. Pero no podemos dejar de compararla con la que realizamos al complejo de skocjan al sur de Eslovenia, Patrimonio de la Humanidad, donde el recorrido dura hora y media y de la que aún mantenemos vivas imágenes espectaculares, como la una garganta de casi 150 m de altura, 123 de alta y 300 de larga por cuyo fondo se precipitaban y circulaban las aguas de un río. Ojo Guareña se queda muy muy pequeña. Aunque repito, su visita se hace necesaria.

Con tiempo por delante y buena luz, decidimos acercarnos a ver la ermita románica de Butrera. Una estrecha carretera de 1 km escaso y por la que contenemos la respiración para que no aparezca ningun vehículo en sentido contrario, nos da acceso a este bonito y aislado lugar.





Aparentemente no ofrece interés y me siento decepcionada, pero decidimos dar la vuelta y nos sorprende el estado de conservación de unos canecillos con diversas representaciones, así como una curiosa ventana rodeada de 10 cabezas a su vez circundadas de 10 serpientes. Realmente muy hermosa y en un marco incomparable. La paz del lugar invita a quedarse, pero la luz nos avisa ya de que debemos dirigirnos al area de pernocta de Espinosa de los Monteros.


Sin dejar de contemplar bonitos paisajes llegamos a nuestro destino. El area de servicios no aparece señalizada. Allí ya había dos autocaravanas más por lo que decidimos quedarnos. Nos acercamos dando un paseo de unos 10 minutos al pueblo. Parece vacío pero descubrimos que toda la vida se concentra en su gran plaza donde se dan cita restaurantes, bares, pub, pastelerias y gente de todas las edades que en un bullicioso ir y venir y conversar llenan de vida este espacio singular. No me resisto a comprar una quesada para saborearla en casa con los chicos y regresamos huyendo del frío que empezaba a reinar.



CIDAD, VILLABÁSCONES DE VEZANA Y ORBANEJA DEL CASTILLO



Tras una tranquila noche pusimos rumbo a Villabáscones de Bezana pasando antes por la hermosa y tranquila población de Cidad. de la que el tiempo parecía haberse olvidado. Nuestro camino corrió casi paralelo a las vías del mítico tren minero de La Robla, línea rehabilitada desde 2003 y que actualmente está en funcionamiento y que entre otras paradas realiza una en esta tranquila villa que disfruta de un entorno privilegiado.


Continuamos nuestro camino disfrutando de un precioso día de primavera, soleado y limpio y de unas imágenes que parecían sacadas de postales: el verde es el color predominante, salpicado de pequeñas y a veces minúsculas manchas de amarillos, violetas, rojos, blancos…colores de las florecillas que tapizaban todo aquello que nos rodeaba. Y la vista se perdía en un horizonte de suaves montañas. Aunque este invierno apenas había llovido, sí lo había hecho unos 15 o 20 días antes lo suficiente para transformar el campo. Las imágenes que se sucedían me transportaron a Escocia. ¡qué hermoso sería nuestro país si siempre reinara esta primavera!.

Sumida en imágenes y sensaciones llegamos al aparcamiento de Villabáscones y una señal de dirección prohibida nos indica que hemos llegado a nuestro destino. Estaba prácticamente lleno y como pudimos nos hicimos un hueco en el arcén. Nos resignamos a ir en romería. Mucha gente, familias empujando carritos con niños que no se arrugaban ante las dificultades del camino.




Cruzamos el caserío y nos adentramos inmediatamente en un impresionante bosque de hayas. Mi preferido. El bosque parecía joven y mostraba todo el esplendor de sus ramas recientemente vestidas del verde brillante de la primavera. Éstas se extendían finas y largas en busca de la luz. El bosque ideal para las hadas y los gnomos. Lástima tanta gente que avanzaba pesadamente empujando niños y carros y formando un guirigay que intentábamos evitar dejándolos atrás. Mara era feliz y corría y andaba libre delante de nosotros. Tras cruzar el río por un puente llegamos a lo que un día debió ser una impresionante cascada que se desplomaba varios metros. Y digo debió ser porque no tenía ni una gota de agua. Incluso la poza que formaba a su caida estaba también seca.

Nos acercamos al pie y la pobre Mara, con sus patitas cortas, no pudo salvar el río y cayó al agua. Angel la “pescó”. Pobrecilla, con lo poco que la gusta el agua…Como un pollo sudado la pusimos al sol para que se secara y tras charlar con alguno de los excursionistas que allí reposaban, deshicimos el camino regresando por una vereda que transcurría junto al río, no apta para carritos con niños, pero más sencilla ya que evitaba subidas y bajadas e infinitamente más tranquila. Solo nos cruzamos con una pareja con la que mantuvimos un breve intercambio de información y nos dijeron que cerca había un pueblo, Orbaneja del Castillo, que tenía una cascada entre sus casas, aunque no sabrían si llevaría agua este año, y para allá nos encaminamos.



En el puerto de Carrales unas agujas que parecen surgir de la nada -suponemos que del fondo de un barranco-,captan nuestra atención. Dejamos la general para adentrarnos en un estrecho cañón formado por el río Ebro. En el primer pueblo nos detenemos en la iglesia románica para contemplarla y disfrutarla en toda su sencillez. Un “equipo técnico” de marroquíes parecen trabajar para restaurarla. Continuamos sumergiéndonos km tras km en este espectacular cañón que enseguida nos descubre las impresionantes agujas que captaron nuestra atención en el puerto de Carrales. El paraje es espectacular. Son tan solo 8 km hasta Orbaneja y ya por esto sólo merecen la pena ser recorridos, pero lo mejor está por venir, ya que tras los de coches aparcados a ambos lados de la carretera, y a nuestra derecha, aparece una impresionante cascada que parece surgir y desprenderse de entre sólidas y vetustas casonas de dorada piedra y que se precipita varios metros hasta la carretera, para una vez salvada, formar “gurs” o agujeros donde el agua queda aposentada como en pequeñas “piscinas” naturales circulares de unos tonos azulados-verdosos de gran belleza. Y el marco es incomparable. Es todo un complejo kárstico de formaciones rocosas y cresterías que modelan caprichosas figuras.



Nos acercamos a contemplar esta cascada que discurre entre las casonas y se precipita 20 metros saltando desde distintos niveles de terraza de toba. Tomamos una empinada cuesta para subir a lo que nos resultó un conjunto de arquitectura popular muy bien conservado y dotado de un encanto especial: callejuelas estrechas empedradas y siempre empinadas a las que se asoman elegantes casonas montañesas construidas aprovechando las terrazas estrechas de toba. Desde arriba a veces daba la sensación de que algunas quedaban suspendidas en el aire. Y todo el entorno que rodea este lugar lo convierte en lugar inexcusable para visitar. Otra cosa es “disfrutarlo” ya que estaba cuajado de gente.




El protagonista indiscutible es el agua que brota de la base de una cueva que parece presidir el pueblo y que lo divide en dos partes. Al parecer ésta es la salida natural de las aguas subterráneas provenientes de un enorme acuífero situado en el subsuelo del páramo de Bricia. Tras recorrer unos escasos metros llanos donde se concentraba el gentío y los bares, se precipita hacia la carretera formando esta cascada. El lugar nos cautivó. Todo un maravilloso descubrimiento y “broche de oro” para terminar estos dos días.

Y es que dadas las circunstancias en las que estábamos, con dos días me daba por satisfecha así es que después de comer y descansar un rato comenzamos nuestro regreso, primero a través de este espectacular cañón para seguir disfrutando de un delicioso paisaje hasta el Páramo de Masa al final del cual todo empezó a cambiar volviéndose mas “artificial”, menos armonioso, menos auténtico: se acercaba la ciudad y la autovía hasta Madrid.
Mª Angeles del Valle Blázquez
Mayo 2008

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